La vida tiene una ironía poco comentada: justo cuando los hijos entran en la adolescencia, muchas madres comienzan la perimenopausia. Dos revoluciones hormonales que chocan bajo un mismo techo, donde los gritos repentinos, los cambios de humor y las lágrimas sin motivo aparente no son solo "actitudes", sino síntomas de cerebros en profunda transformación. La perimenopausia -esa gran desconocida que puede empezar desde los 35 años- y la adolescencia comparten más de lo que imaginamos: ambas son recalibraciones del hipotálamo que alteran el sueño, la regulación emocional e incluso la percepción del mundo. Porque si la adolescencia es el primer gran cambio hormonal que vivimos, la menopausia es el último - y ninguna debería vivirse en soledad o vergüenza.